NICOLÁS DE MAYA, JUAN MARSÉ, PERE GIMFERRER NICOLÁS DE MAYA, JUAN MARSÉ, PERE GIMFERRER
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NICOLÁS DE MAYA, JUAN MARSÉ, PERE GIMFERRER NICOLÁS DE MAYA, JUAN MARSÉ, PERE GIMFERRER
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NICOLÁS DE MAYA, JUAN MARSÉ, PERE GIMFERRER
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NICOLÁS DE MAYA, JUAN MARSÉ, PERE GIMFERRER
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NICOLÁS DE MAYA, JUAN MARSÉ, PERE GIMFERRER

"HISTORIA DE DETECTIVES", de Juan Marsé, conteniendo 20 serigrafías originales de Nicolás de Maya, firmadas a mano con lápiz por el artista y numeradas por el editor, y prólogo de Pere Gimferrer.
Medidas de 44 x 32 x 4´5 cms., y 136 páginas.

Edición bilingüe Español-Inglés.
Publicado el a ño 2005.

TERCER PREMIO NACIONAL 2006 a los Libros Mejor Editados en el año 2005, en la modalidad de Libros de Bibliofilia, concedido por el Ministerio de Cultura.


Un barrio que dormita al sol: Historia de detectives.

   La idea de llevar a cabo un libro con un texto de Juan Marsé surgió durante el Congreso Internacional dedicado a Arturo Pérez-Reverte en Murcia. Yo mismo, junto con Joaquina, la esposa de Juan, fui testigo de la conversación entre Pina y el novelista barcelonés, que, a la vista de la obra de Luis Alberto de Cuenca, Úrculo y Pérez-Reverte, se mostró complacido y dispuesto a colaborar en todo lo que estuviera en su mano, que es, nos consta, muy generosa.
    Marsé, no haría falta decirlo, no es un escritor cualquiera. Es, a estas alturas, una verdadera institución en las letras internacionales. Un novelista al que, después de Si te dicen que caí, El embrujo de Sanghai y tantas otras obras, ya nada le queda por demostrar y que, sin embargo, ya cumplidos los setenta, sigue ofreciéndonos lo mejor de sí mismo, con libros como Rabos de lagartija con el que ha conseguido los más reputados premios en España. Es un escritor de culto y, paradójicamente, popular al mismo tiempo. Odiado en los foros académicos y en ciertas instituciones por la libertad que preconiza, por su pertinaz independencia que tanto asusta a los demás, a los que no saben vivir sin el gota a gota de las subvenciones, los cargos y los honores.
    Marsé eligió uno de sus textos más señeros: “Historia de detectives”, un relato corto, en el que, sin embargo, están todas sus constantes literarias, sus personajes más emblemáticos y queridos, su estética tan vital, su estilo inconfundible, esa voz bronca y sutil a un mismo tiempo que, tan cadenciosamente, parece salir del alma de un espíritu rebelde: “En los días luminosos y en zona alta de la ciudad, desde esta calle que se encabrita en la colina como si quisiera mirarse en el Mediterráneo, la vista alcanza muy lejos mar adentro y el corazón se engaña: el barrio dormita al sol y es una atalaya sobre un sueño que no acaba de discurrir”.
    A Nicolás de Maya, el pintor de Cehegín que ya es conocido en medio mundo, a pesar de no haber cumplido aún los cuarenta, le faltaron palabras para manifestar su gozo, cuando Ángel Pina le preguntó si estaba dispuesto a realizar este trabajo. No terminaba de creérselo del todo. “Está feliz como un niño”, escribía un periodista en su crónica aparecida durante esos días. “Una de las cosas por las que tengo que dar gracias a la pintura –aseguraba, a su vez, Nicolás de Maya– es por haberme dado la oportunidad de conocer a Juan Marsé. Me encanta su obra y me encanta aún más él”. Y concluía: “El día que me felicitó por mi trabajo para el libro fue uno de los más gratificantes de mi vida artística”. Y no es para menos.
    La veintena de sugerentes serigrafías que nos muestra en la obra están, sin ningún género de duda, a la altura del texto de Marsé. Para ilustrar el libro, el pintor ceheginero ha recreado los días de lluvia de los que se habla en el relato, los ojos almendrados de una de las chicas, un tranvía que avanza lentamente en medio de la niebla, las imágenes de mujeres de la vida que apoyan su cuerpo, en un escorzo casi imposible, en una mortecina farola en medio de una calle sin nombre.
    Nicolás de Maya, que tiene fama de dibujante excepcional, de una perfección casi absoluta, se vio en la necesidad de enfrentarse a un nuevo estilo de colores suaves, con imágenes sugerentes que nunca se alejan del texto de Marsé, ambientado en la inmediata posguerra, en un barrio de la ciudad tan alto, tan cerca de las nubes, que “la lluvia todavía está parada antes de caer”.
    Pere Gimferrer, el académico, escritor y poeta catalán, hombre exigente donde los haya, puso la guinda, a modo de prólogo, a este trabajo que dejó satisfechos a todos: “Historia de detectives cierra, como en un puño de luz negra, y aprehende en sí al propio tiempo todo el dolor y toda la opresa magnificencia de una ciudad insultada”.
    Ahora recibió por Historia de detectives el Tercer Premio Nacional al libro mejor editado en el año 2006, en la modalidad de Libros de Bibliofilia. Tercer premio, que sabe a gloria, y tercera ocasión que Ángel Pina, en tan sólo unos pocos años, es convocado en Madrid para recoger tan codiciado galardón, de manos de la Ministra de Cultura.

José Belmonte Serrano
Universidad de Murcia
Fragmentos del catálogo LIBROS CON ARTE
Comunidad Autónoma de Murcia (Marzo 2007)


   ¿Es una historia real, es una historia ficticia?. Podemos pensar que es una historia ficticia construida sobre datos reales, sí, pero de significación e interpretación ambiguas, como los que la vida, a retazos y casi al sesgo, ofrece a la perplejidad de la percepción de un muchacho. Porque estos detectives lo son de la misma manera que lo eran los de Emilio y los detectives, la película (y novela) alemana del tiempo crepuscular de la República de Weimar: se trata de chicos en el ácido e indeseado umbral de la vida adulta, en un mundo hecho jirones que ellos tratan de racionalizar desde su propio desconcierto. … El tema último de “HISTORIA DE DETECTIVES” no es, por lo tanto, la eventual pérdida de la inocencia, sino, cosa muy distinta, la imposibilidad de inocencia en un mundo en el que los culpables pasan por inocentes y pretenden además hacer pasar a los inocentes por culpables.
   La prosa es al propio tiempo muy económica y muy trabajada; sin ella, no existiría el relato, porque casi todos los indicios, en sí mismos, no serían significativos si las resonancias léxicas y semánticas del estilo empleado no les otorgaran, como en los flancos e intersticios del discurso, el poder de domeñar y encaminar hacia un sentido más cercano moralmente al verdadero el desorden de este microcosmos sojuzgado, hecho a partes iguales de humillación y de fuga hacia lo lírico desde la sordidez. Es contradictorio pretender que lo en sí fundamentalmente y constitutivamente injusto responda a las leyes afectivas del trato humano, pero la percepción infantil y adolescente no puede pretender otra cosa que este imposible, y de ahí deriva el conmovedor y conmovido patetismo de la narración.
   Nunca sabremos qué ocurrió en realidad, y quizá importaba poco el saberlo. En efecto, en esta “HISTORIA DE DETECTIVES” el objetivo verdadero de la búsqueda detectivesca no es indagar hasta conseguir la verdad fáctica o factual, sino, cosa muy distinta, la proyección -como en una aciaga linterna mágica- del poder de interpretación de los protagonistas sobre un mundo no susceptible de ser interpretado verdaderamente por ellos, ya que cualquier posible interpretación ajustada a la realidad efectiva supondría la acptación del horror, y las percepciones de la edad temprana pueden adivinar o vislumbrar los contornos del horror, pero no hacerle frente cara a cara.
   Si en Marsé lo que nos conmueve es la trasmutación poética de una realidad hórrida o más bien la capacidad de hilvanar moralmente lo moralmente deshilvanado en un tiempo de postergación no es en realidad la pregunta pertinente: lo poético, aquí, es indisociable de lo moral. Podemos leer “HISTORIA DE DETECTIVES” como una muestra de los recursos con que una imaginación inerme transfigura lo inaceptable y lo convierte en aparentemente novelesco, o también como un severo apólogo moral sobre el abismo que media entre ser objetivamente un vencido, con el destino sellado de antemano, y aceptar serlo según la lógica de los vencedores. ...

Pere Gimferrer
Fragmentos del prólogo para el libro "Historia de Detectives"


   En los días luminosos y en la zona alta de la ciudad, desde esta calle que se encabrita en la colina como si quisiera mirarse en el Mediterráneo, la vista alcanza muy lejos mar adentro y el corazón se engaña: el barrio dormita al sol y es una atalaya sobre un sueño que no acaba de discurrir. A veces, sin embargo, más allá del puerto y su rompeolas, más allá de la blanca espuma de los balandros que festonea el litoral, en la popa de los buques de carga que parecen anclados en el horizonte y en el herrumbroso castillo de proa de los grandes petroleros que navegan hacia el sur, hemos visto centellear aros de plata en las orejas de los marineros acodados a la borda, sirenas tatuadas en sus pechos de bronce y corazones traspasados por la flecha bajo un nombre de mujer; si te fijas mucho, claro, si de verdad quieres ver lo que miras y no te dejas deslumbrar por el sol.
   Pero en los días grises, la mirada se enreda en el zarzal de neblinas y humos rasantes que atufan el laberinto de Horta y La Salud, y no consigue ir más allá. La ciudad se aplasta remota y gris, como una charca enfangada, un agua muerta.
   Fue un día malo de éstos, lloviznando y con ráfagas de viento helado, cuando nos juntamos en el automóvil para un trabajito especial. Por la ventanilla vimos una gaviota que planeaba extraviada en medio de la ventisca. A ratos el viento arreciaba y entonces la lluvia parecía suspendida en el aire, silenciosa y oblicua. Después, la gaviota se dejó caer en picado sobre nosotros, rozó con su ala cenicienta el parabrisas astillado del Lincoln y antes de remontar el vuelo nos miró de soslayo con su ojo de plomo.
   -Un día de mil demonios -dijo Marés sentado al volante, y convidó a fumar-.    Abrid bien los ojos.
   Habló con su voz de ventrílocuo, sin mover los labios. Y como en sueños, a través del humo más azul y más transparente que jamás haya soltado un apestoso cigarrillo elaborado en años apestosos, vimos cruzar el descampado, viniendo hacia nosotros, a una mujer con boina gris y gabardina clara, muy pálida y muy guapa y llorosa. Era un sábado por la tarde de un mes de abril que parecía noviembre.
   Juanito Marés escrutó a David y a Jaime, en los asientos de atrás, y después a mí. Al clavarme el codo en las costillas, comprendí que me había elegido:
   -Bonitas piernas -dijo mirando a la mujer.
   -Sí, jefe.
   -¿Te gustan?
   -Ya lo creo, jefe.
   -Pues no las pierdas de vista.
   Entornó los ojos de gato y puso cara de viejo astuto Barry Fitzgerald ordenando al poli sabueso seguir a la chica en La ciudad desnuda, añadiendo con la voz ronca:
   -Andando, es toda tuya. ...

Juan Marsé
Fragmentos del capítulo 1 del libro "Historia de Detectives"


Datos técnicos de la edición

Para este Libro de Bibliofilia HISTORIA DE DETECTIVES de JUAN MARSÉ, con prólogo de PERE GIMFERRER y presentación de ÁNGEL PINA RUIZ, el pintor NICOLÁS DE MAYA ha realizado 20 serifrafías originales de 43 x 31 cms., cada una, firmadas a mano con lápiz.

La impresión se ha efectuado en «Industrias Gráficas Jiménez Godoy, s.a.» utilizando papel de 240 gramos, fabricado con pura celulosa ECF, con un pH neutro.

Las serigrafías originales en «GMS, Serigrafía Artística», sobre papel de 240 gramos, fabricado con pura celulosa ECF, con un pH neutro.

Consta de los siguientes ejemplares: para el Depósito Legal 6, del 1 al 295, de la A a la L para colaboradores, en números romanos I a LXX y 15 pruebas de autor, habiendo sido las 20 serigrafías originales de cada libro numeradas por el editor y firmadas a mano con lápiz por el pintor.

El diseño correspondió a Pedro Manzano

A HISTORIA DE DETECTIVES le ha sido concedido por el Ministerio de Cultura el Tercer Premio Nacional a los Libros Mejor Editados de Bibliofília en 2006.